martes, marzo 06, 2007

La Laboral, 1957: entre el ideal obrero de Girón, el desdén arquitectónico y la leyenda negra

Gijón, J. MORÁN LNE

El centro educativo de Cabueñes nace de ideas socialistas, pero choca con las críticas a su grandiosidad constructiva y se ve envuelto en acusaciones de corrupción

Luis Moya Blanco (1904-1990), el arquitecto que concibió el conjunto de la Universidad Laboral -construido entre 1948 y 1957, y de cuya interrupción de obras se cumplen ahora cincuenta años-, narró en cierta ocasión esta historia, que, a su vez, había escuchado a Eugenio D'Ors.


«En la época de entreguerras, un grupo de intelectuales franceses quiso organizar una campaña en favor del teatro popular. Fueron a los suburbios y en la más concurrida taberna se subió uno de ellos a una mesa y empezó a hablar: "El pueblo necesita su teatro; un teatro donde no se traten los líos entre marquesas tontas y vizcondes malvados, en salones llenos de lámparas de araña y de alfombras... El pueblo necesita un teatro que represente vuestras buhardillas, vuestros problemas, vuestra miseria...". Entonces, uno de los obreros allí presentes le interrumpió y gritó: "El pueblo lo será usted"».

Con este relato, Luis Moya respondía a los colegas arquitectos que en 1955 sometieron a la Laboral a una sesión crítica en la que censuraron con crudeza el estilo y grandiosidad adoptados en su proyecto. La sesión, celebrada en Gijón, sobre el terreno, fue recogida por la «Revista Nacional de Arquitectura», en su entrega de diciembre de ese año.

Ese texto constituía el veredicto más duro contra un edificio que desde octubre de 1955 albergaba a la primera promoción de alumnos de la Laboral, llegados desde toda España.

En particular, la evaluación negativa de los arquitectos sobre la obra de Moya iba a coincidir con el debate ideológico y social acerca de las universidades laborales, idea que el ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco (1911-1955), perfilaría definitivamente en noviembre de 1956, en un célebre discurso sobre estas instituciones que se iban creando en Sevilla, Córdoba, Tarragona y Gijón.
Con su retórica habitual, decía entonces Girón: «Camaradas trabajadores de toda España: ha llegado la hora. En este momento, el gran dispositivo de la ofensiva laboral se pone en marcha por orden del generalísimo de los ejércitos del trabajo, caudillo de la revolución nacional-sindicalista, Francisco Franco, que con este acto da comienzo a la segunda fase de la victoria contra la injusticia y contra la lucha de clases. Camaradas: atención.

Contened el aliento y confiad en Dios y en vuestro capitán, porque este es el instante decisivo para un milenio».

Con esta solemnidad discursiva nacían los centros educativos de Formación Profesional que Girón definía en otros textos programáticos como «gigantescas universidades laborales, castillos de la Reconquista nueva..., centros enormes donde se preparen obreros técnicamente mejores, hombres de arriba abajo, capacitados para todas las contiendas de la inteligencia, entrenados para todas las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del poder».

Era todo ello plasmación del obrerismo gironiano, o exaltación de la mano de obra trabajadora que en Asturias tenía el particular perfil de la minería, donde los accidentes producían decenas de muertos al año, y donde los huérfanos del grisú estaban a la orden del día.

Por ello, en Gijón el proyecto inicial había sido el de construir un Orfelinato Minero, y como tal se ejecutó desde 1948, pero en 1956 la idea giraba hacia una Universidad Laboral, lo que supuso transformaciones arquitectónicas en el edificio.

Pero Girón iba a degustar durante poco tiempo su ideal obrerista. Tres meses después de pronunciar el referido discurso, era cesado como ministro de Trabajo, el 25 de febrero de 1957.

El principal cargo contra Girón era en ese momento «lo que precisamente se acabó denominado el "error Girón", es decir, la medida de elevar desmedidamente los salarios por ley y provocar una fuerte subida de la inflación». Refiere este hecho el economista Juan Velarde, quien también explica lo acaecido en Gijón a continuación, cuando se paralizan las obras de la Laboral: «Esa obra inmensa recibía dinero de las Mutualidades Laborales, que eran el embrión de la Seguridad Social y del sistema de pensiones. Pero el problema era ése: que el dinero recaudado se invertía en obras y no se mantenía un fondo para pagar las jubilaciones. De seguir así, el sistema hubiera quebrado en pocos años».

Fue entonces cuando el nuevo ministro de Trabajo, Fermín San Orrio, cerró el grifo a la Laboral de Gijón. Sin embargo, la obra educativa seguiría funcionando porque había sido asumida por el nuevo Gobierno.

Miguel Ángel Caldevilla, ex alumno de la Laboral, y prejubilado como catedrático de Educación Secundaria y asesor para la formación permanente del profesorado de FP, estudia en la actualidad la historia de la Formación Profesional en Asturias.

«Lo primero que crea Girón a nivel nacional es la Escuela de Capacitación Social, una entidad que nace en 1941, cuando él llega al Ministerio, con 30 años. La idea es formar mandos intermedios para empresas estatales».

Caldevilla aporta un dato curioso: «Son responsables de esta entidad Andrés Ovejero, ex diputado socialista, amigo personal de Julián Besteiro y conocedor de la Institución Libre de Enseñanza; junto a unas personas apellidadas Blanco, ex anarquista, y Oca, que había sido militante de un sindicato vasco equivalente al actual LAB. Hay también dos jóvenes falangistas: Cristóbal Espín y Gabriel Ledesma». Lo que este equipo diseña «se lo traslada Carlos Pinilla, subsecretario del Ministerio, a Girón de Velasco para ser aplicado en el Orfelinato Minero que estaba naciendo en Gijón».

Es entonces «cuando el ministro piensa en el padre jesuita Valentín García para aplicar el proyecto educativo en el edificio que se construía en Cabueñes. José Antonio Girón y Valentín García habían sido condiscípulos en el Colegio de la Compañía de Jesús de Valladolid y se conocían mucho».

Pero había otro dato a favor del jesuita. «Durante la República, Valentín García había estado exiliado en Charleroi, cerca de Bruselas, donde había conocido la Universidad del Trabajo, un proyecto de origen socialista, con las raíces en el sindicalismo centroeuropeo. Por tanto, conocía ya instituciones dedicadas a la formación de los obreros, centrada en el propio trabajo y en la práctica laboral», señala Miguel Ángel Caldevilla.

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