Los tiempos que rodean 1957 y el cambio de Gobierno que se operó el 25 de febrero de ese año -con la entrada de ministros tecnócratas y el desplazamiento de los falangistas- iban a suponer, según el historiador gijonés Luis Suárez, el embrión de «la transición española de 1975».
Sin embargo, este optimista dictamen va a chocar en Asturias con las repercusiones del aperturismo económico, que marcó desde entonces «el declive de la región hasta el presente», tal como asegura el economista asturiano Juan Velarde (Salas, 1927), catedrático emérito de la Complutense, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, consejero del Tribunal de Cuentas y premio «Príncipe de Asturias» de Ciencias Sociales en 1992.
Febrero de 1957 tendrá consecuencias en Asturias, pero más bien en términos «políticos nacionales», comenta Luis Suárez (Gijón, 1924), catedrático emérito de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid, miembro de la Academia de la Historia y Premio Nacional de Historia 2001.
En Asturias habrá consecuencias con la sustitución, en julio de 1957, del gobernador civil Francisco Labadie Otermin por Marcos Peña Royo.
También habrá una repercusión constructiva importante: la interrupción de obras de la Universidad Laboral de Gijón, niña de los ojos de José Antonio Girón de Velasco, que cesa como ministro de Trabajo y es sustituido por Fermín Sanz Orrio.
Precisamente en el gabinete técnico de este último ministro hay un joven economista que realiza informes sobre la financiación de las obras gijonesas mediante los fondos de las Mutualidades Laborales, embrión de la Seguridad Social, que nacería en 1963.
Velarde asegura hoy, como lo hizo hace cincuenta años, que «aquella financiación de la Laboral era un grandísimo error».
Pero los impactos en Asturias de la nueva economía «tecnócrata» harían palidecer lo acaecido con el colosal edificio de Cabueñes. En el marco general español, lo que sucede es que «se suele hablar del régimen de Franco como si hubiera sido una unidad y, en realidad, se suceden tres regímenes distintos: uno, que dura hasta 1943-1944, en el que hay inclinaciones hacia una especie de totalitarismo, porque es lo que se estaba imponiendo en Europa. Pero del año 1944 en adelante hay una influencia de lo que va a ser en Italia la democracia cristiana; es la época de Ibáñez Martín, de Martín Artajo, de los Propagandistas y de Acción Católica».
Suárez prosigue con que «en torno a 1955 y 1956, coincidiendo con el revés político de la independencia de Marruecos y con dificultades económicas que se traducen en huelgas, hay un intento del Movimiento de dar marcha atrás y volver al pasado».
Será el «plan Arrese», ministro secretario del Movimiento, que resultará prácticamente desechado por la Iglesia y por todo el Gobierno, a causa de la orientación totalitaria de dicho plan.
En su lugar, «en 1957 empieza, en realidad, la transición española con el nuevo Gobierno, que lo primero que otorga es libertad económica, y del sistema proteccionista se va a pasar al sistema de libre competencia con el plan de estabilización, primero, y, después, con los planes de desarrollo, que tienen un gran éxito». Suárez agrega que «además se está preparando el camino hacia la Monarquía, porque éste es el momento en el que don Juan de Borbón consigue uno de sus grandes éxitos, que es ser reconocido por la parcela más valiosa del Tradicionalismo como el depositario único de la legitimidad dinástica».
Sin embargo, «lo que sí duda Franco es si mejor Juan de Borbón, en el que no tenía mucha confianza, o si Juan Carlos, que es lo que opinan muchos de los que rodean a Carrero Blanco, que a partir de 1957 va a tener un papel de gran protagonismo».
Según todo ello, resultaría que «en 1957 se produce un cambio de Gobierno que viene a ser como un cambio de sistema; es la entrada de Castiella, de Ullastres, es el momento en que cambia la situación económica y empieza el camino hacia la prosperidad».
Así, se esperaba «un sistema constitucional en el que, como en Norteamérica, hubiera un reconocimiento de principios inconmovibles; se llamaron los Principios del Movimiento, y ahí fue donde probablemente estuvo el error, porque eran los principios del Estado, es decir, la unidad nacional, la obediencia a las autoridades, la confesionalidad del Estado, que es lo que no se debía discutir».
En cambio, habría «leyes fundamentales para la organización del Estado, de las Cortes, para todo lo demás. Después, en un plazo de diez u once años va a llegar a la decisión de proclamar a Juan Carlos como sucesor. Es una fecha sumamente importante y este punto de vista lo compartimos muchos historiadores».
Por ello «ahí empieza lo que será la transición del 75, que es cuando se consuman las cosas: proclamar a Juan Carlos y reunir las Cortes, que no se titulan constituyentes, pero van a operar de la misma manera. Pensar que todo empezó en 1975 es un error mayúsculo», sentencia Luis Suárez.
En cuanto a Asturias, «en 1957 hubo opciones que se sacrificaron, como la de Girón, que había tenido una gran popularidad, pero se veía que ya no comulgaba con las directrices de entonces. Puede que ayudara algo el escándalo de la Universidad Laboral en la caída de Girón, pero yo no creo que tuviera culpa ninguna».
Eso en cuanto a las cuestiones políticas. Juan Velarde analiza las económicas. «De 1952 a 1958 España crece al 4,35 por ciento anual, que es una barbaridad. Lo hace mediante "el desarrollo hacia adentro" y sube el nivel de vida y los españoles pasan a estar bien alimentados».
A causa de ello «se necesita importar muchos más productos y se acumula un déficit creciente que de pronto estalla en 1958 y el 1959, cuando se esfuman la reservas de divisas».
Pero antes, «en 1953, Foster Dulles, secretario de Estado de EE UU, ya le había dicho a Franco que España tiene que ser aliado y Norteamérica no abandona jamás a ningún aliado si va haciendo una política favorable. Vinieron créditos, préstamos, subvenciones, un planecito Marshall, y se produce el aperturismo».
Pero resulta que por aquel entonces «Asturias ve cómo se pasa del carbón al petróleo como fuente energética esencial a dólar y pico el barril, y la economía regional comienza a caer hasta 1959, que se desploma».
Por otra parte, «el ministro Navarro Rubio bloquea el gasto público y pone el equilibrio presupuestario por encima de todo», agrega Velarde. «Y las alegres contrataciones del INI en la época de Suances se acaban, y en siderurgia logra maniobrar el mundo vasco para tener prioridad sobre Asturias, porque operan con más agilidad. La región empieza a quedar arrinconada».
El resultado es diáfano: «En 1955, Asturias es la séptima región de España y baja bruscamente en 1960 al puesto 15.º. Empieza el declive y Asturias va retrocediendo y siempre irá por debajo de la tasa española de crecimiento y va perdiendo posiciones continuamente. Ahora mismo, sólo hay doce provincias por debajo de ella, de 52, así que ocupa el número cuarenta», recalca Velarde.
En el plano más propio de Girón de Velasco, Juan Velarde también tiene apreciaciones salidas de su paso por el Ministerio de Trabajo en aquellos años.
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