lunes, noviembre 13, 2006

Un receptor en 30 plazos de 400 pesetas

Fuente : LNE

La revista de Ensidesa recogió anuncios, artículos y viñetas que reflejaban la rápida implantación del invento

La televisión se inauguró oficialmente el 28 de octubre de 1956, y sólo cinco años después la empresa Marconi Española, S. A., a través del departamento de asuntos sociales de Ensidesa, ofreció a los productores la posibilidad de adquirir, en oferta limitada, un televisor modelo T-801 de 17 pulgadas al precio de 12.700 pesetas, que también se podía pagar en 30 plazos de 400 pesetas más una entrada de 2.997. Este anuncio está insertado en una de las revistas de Ensidesa que José Carlos Valdés, del Grupo Telerradio de Llaranes, guarda como oro en paño. Hay que tener en cuenta que, en aquellos años, ganar 3.000 pesetas al mes era ya un buen sueldo.

En esa misma revista, en el ejemplar de octubre de 1966, el párroco de Llaranes, José Espiña Álvarez, firma el artículo «Televisión. Nuevo huésped», que comienza del siguiente modo: «No tengo más que abrir la ventana y contemplar el espeso bosque de antenas de televisión para darme cuenta de que este medio de comunicación social va camino de hacerse popular de una manera masiva». La implantación, pues, en el barrio y en todo Avilés, fue rápida. «De repente empezaron a proliferar las antenas, cada uno ponía la suya donde le daba la gana», recuerda Valdés.

En Llaranes, el bar El Bodegón fue de los primeros en tener televisión. Estaba situado a la entrada de Llaranes, al lado del Orensana. «La gente iba al Bodegón a ver casi nada; las emisiones eran de corta duración, se interrumpían, y muchas veces lo único que se veía era "nieve"», recuerda el avilesino.

Valdés cita varios fenómenos asociados a la televisión. El primero de ellos, los teleclubes, para la gente que no alcanzaba a comprarla, y se veía mejor que en los bares. Otro fue el de los técnicos que construían televisiones.

El boom fue en los años 70, y tenían formación inicial de técnicos de radio. Además muchas marcas desarrollaron televisiones para el montaje: no hacía falta ser un gran técnico, venía casi todo preajustado, asegura. Pero el fenómeno más extendido fue el de los «pioneros», que invitaban a sus vecinos y amistades. Marcaba estatus tener televisor. «¿Por qué no venís, que hoy echan una de teatro?», remeda.

Fabiola y Balduino
La mayoría de avilesinos, de hecho, vieron las primeras imágenes en casa ajena o en un establecimiento público. El investigador Alberto del Río, por ejemplo, fue a Oviedo para ver un directo histórico: el de la boda de Fabiola y Balduino de Bélgica, en 1960, en riguroso blanco y negro. «Fue todo un acontecimiento», indica.

De aquellas primeras emisiones, Valdés recuerda los «horribles doblajes latinoamericanos», que decían lindezas como «una tremenda balasera» en lugar de una ensalada de tiros, o «la cajuela» en lugar de la maleta del coche. «Y allí estábamos nosotros, tragándonoslo todo, desde los anuncios de las medias Janiera a los de detergentes», reflexiona.

Este amante de la radio no cree que la llegada de la televisión llegara a suponer en ningún momento una amenaza para ese otro medio de comunicación. «Muy pronto la gente se dio cuenta de que la televisión necesita más atención, tienes que escuchar y ver la imagen, mientras que la radio permite trabajar. Además llegó el boom de las FM, con más calidad y más programación, que volvió a subir la audiencia».

Dar un paseo de noche permitía adivinar las casas donde había televisión, por el resplandor entonces inusual a través de los cristales. Pero sólo duraba hasta medianoche. Despedida y cierre.


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