lunes, julio 17, 2006

Más información sobre el hallazgo del esqueleto del Aramo


Recogemos aquí distintos recortes de prensa, con el tratamiento que ha tenido este tema en los distintos medios:

Huesos para la historia
09:35:52 - 14/07/2006Vocento VMT
Un equipo de arqueólogos halla en las minas de cobre del Aramo un esqueleto que podría superar los 4.000 años

Ha sido toda una sorpresa, casi impensable, a juzgar por las palabras de Miguel Ángel de Blas Cortina, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo: «No creíamos que a estas alturas, y despúes de su explotación, fuéramos a encontrar un esqueleto completo de más de 4.000 años de antigüedad en las minas de cobre de la sierra del Aramo».

No es la primera vez que sucede. Situado en el concejo de Riosa, el complejo de minas tiene en su haber casos similares muy anteriores al que nos ocupa. Ya a finales del siglo XIX y principios del XX, los mineros se encontraron varios cuerpos completos pero, en su momento, sólo se conservaron los cráneos, algunos de los cuales se encuentran actualmente en el Museo Arqueológico de Oviedo.

Hace un par de días localizaban a quien «presumiblemente» era un minero prehistórico. No fue por casualidad, el equipo llevaba una temporada trabajando a diario en las sinuosas galerías del emplazamiento, en arduas tareas de exploración, identificación y reconocimiento de un terreno complejo y extenso.

Estaban realizando labores de desescombramiento de uno de los sectores del complejo y apareció el esqueleto. «Era un conducto con una pendiente muy fuerte, de unos cuarenta grados, algo así como un tubo muy estrecho en el que casi ni te puedes mover». El espacio estaba lleno de restos que los mineros contemporáneos habían arrojado en su interior. «Detectamos que había vestigios históricos y que el hueco daba lugar a una galería de los prehistóricos con su propio contenido».

El cadáver estaba sepultado por escombros, en una posición vertical de difícil acceso y en un costado de la galería «probablemente algo desplazado de su posición original debido a las explosiones de barreno y el avance del escombro moderno y, eso sí, teñido de sales de cobre, como ocurre con los restos que descansan en el Museo Arqueológico de Oviedo», describe el arqueólogo. Conocida la datación de las localizaciones en las que fue encontrado y aún sin haber hecho la prueba del carbono, Cortina calcula que el esqueleto tiene entre 3.800 y 4.600 años de antigüedad. Aún así no descarta que alguien introdujera el cuerpo mucho después, «pero es muy poco probable».

El hallazgo es sólo la punta del iceberg. Lo que queda ahora son años y años de trabajo entre diferentes disciplinas. «Nosotros no podemos dar ningún dato más sobre el muerto. Lo tenemos que poner en manos de expertos en antropología física». Ellos serán los encargados de descubrir si los restos pertenecen a un hombre o una mujer, si era alguien joven o anciano, si era alto o bajo, musculoso o débil y si tenía alguna enfermedad. Lo que sí indica Cortina es que «aparentemente, el cráneo no ofrece ninguna lesión visible aunque eso no quiere decir que no tuviera otro tipo de lesiones».

Esto hace pensar a los expertos que no murió en la mina. «Parece, más bien, que llevar los cuerpos allí era un rito cultural, una ceremonia que deja ver la relación de los mineros con la mina y sus creencias».

Un rito

Lo cierto es que se han encontrado más de 26 cuerpos en la sierra del Aramo y todos los estudios «demuestran que no son accidentados, sino que los abandonaban en zonas de las minas que ya habían sido explotadas y estaban vacías». Por otro lado, las minas prehistóricas y de metal no son como las de carbón, son estructuras estables en las que ni siquiera hace falta poner sistemas de entibados para que se mantengan. Si a eso se suma que en las minas prehistóricas de cobre halladas en el resto de Europa -la de los Alpes austríacos o la irlandesa- no ha aparecido ningún esqueleto, «podemos concluir que era un rito característico de la parte cantábrica», añade.

Habrá que esperar, por tanto, un tiempo para conocer qué da de sí el hallazgo, aunque el arqueólogo apunta a la primavera para mostrar la datación exacta de estos restos obtenidos en un complejo minero que, en su opinión, «es excepcional ya que tiene un grado de conservación único».



Una mina de mil años y medio siglo
La Nueva España
La explotación del yacimiento de cobre del Aramo en la primera mitad del siglo XX dejó intactos numerosos vestigios de la actividad minera registrada entre el 2500 y el 1500 antes de CristoOviedo, Melchor FERNÁNDEZ DÍAZ

La mina del Aramo donde el pasado miércoles fue encontrado el esqueleto completo de un ser humano de hace 4.000 años es un testimonio reconocible de la actividad de nuestros antepasados remotos. Comprobarlo in situ es una experiencia emocionante.

Eso sí, el yacimiento no ofrece comodidades para visitarlo. No abundan los lugares para ponerse en pie y a menudo hay que caminar a gatas, reptar o arrastrarse para seguir la pista de los antiguos mineros y comprobar como, con sus primitivos instrumentos y sus técnicas no por rudimentarias menos eficaces, fueron liberando el filón de mineral que estaba encajado entre consistentes paredes de caliza.

Y, aunque lo hicieron iluminándose precariamente, por ejemplo con bastones resinosos que fijaban en la pared con una pella de arcilla, se comportaron con tal eficacia que, como diría un minero actual, lo rapizaron todo. O casi todo, porque a veces el potente haz de luz de la lámpara frontal encajada en nuestro casco nos señala en forma de brillo verde la presencia de un fragmento de mineral en un pliegue tan remoto como inaccesible. Esos mineros se sucedieron en el mismo escenario durante interminables generaciones.

Manuel Suárez, ingeniero de Minas y co-director de la investigación, subraya con admiración ese lentísimo fluir del tiempo en la Prehistoria: ¡mil años haciendo lo mismo! Y es que hoy podemos saber que la mina estuvo activa entre el 2500 y el 1500 antes de Cristo. Las nuevas técnicas de datación permiten cada vez saber más a partir de menos.

La AMS, por ejemplo, sólo necesita un poco de hollín para decir cuándo se encendió el fuego. Y dentro de la mina del Aramo se hicieron pequeñas hogueras, para, calentándolos primero y enfriándolos bruscamente luego, resquebrajar bloques de caliza que impedían el acceso al filón. Se ve la mancha del humo. No era precisa la entibación, sin embargo.

Los filones eran estrechos y la distancia entre el techo y el muro es a veces de sólo 20, 30 o 40 centímetros, pero son frecuentes las uniones entre las dos paredes de roca, que, tras ser retirado el mineral que aprisionaban, han quedado exentas en forma de columnillas que sostienen la bóveda. Se repiten constantemente por toda la mina y de ellas parten unos arcos muy característicos que, con una acertada comparación arquitectónica, A. Dory denominó «rebajados» al describir la mina prehistórica en un artículo publicado en 1893 en la «Revista Minera y de Ingeniería».

Cuando A. Dory publicó ese trabajo, la mina del Aramo empezaba a resucitar de un largo olvido. Redescubierta en 1888, su yacimiento volvió a ser explotado entonces, y con muy buenos rendimientos, pues, aunque los filones eran estrechos, la ley del mineral, un 3%, resultaba muy estimable. La explotó primero, desde finales del XIX hasta 1931, una compañía inglesa, The Aramo Copper Mines Ltd. Después, entre 1947 y 1955, la Sociedad Minerometalúrgica Asturiana, S. L. (Metastur). La explotación moderna incidió sin duda sobre la antigua y destruyó parte de sus huellas.

Pero muchas otras permanecieron. La investigación arqueológica del yacimiento, iniciada por Miguel Ángel de Blas en 1987, ha permitido constatar, para sorpresa incluso de los propios investigadores, que muchos de los vestigios prehistóricos han sobrevivido y que tramos enteros de la mina antigua están intactos. Comprobarlo lleva su trabajo. Hay que subir por la ladera Este del Aramo hasta sobrepasar el pueblo de Llamo.

La estrecha pista que sucede a la carretera conduce a Rioseco, el poblado minero que construyeron los ingleses para explotar la mina y cuyo actual estado ruinoso no impide admirar el elegante diseño de los edificios en los que vivían los trabajadores. Es posible seguir sobre cuatro ruedas aún más arriba, hasta el también ruinoso lavadero.

Desde ahí sólo cabe caminar monte arriba, por una caleya pendiente y, a menudo, embarrada, que en seguida se hace estrecho sendero. Si el día está despejado, se irá ganando a la espalda una panorámica fantástica, con media Asturias a la vista. Si no, la vegetación exuberante impone su presencia. La fatigosa subida, hasta alcanzar la cota de los 1.200 metros, dura una hora y media.

En lo alto de una pindia campa, llamada del Texéu, y bajo el dosel que forma una faya monumental, el manto vegetal descubre un trozo de pared caliza y en ella una estrecha abertura. Es una de las entradas a la mina. Hay varias más, todas muy parecidas. Su aspecto corresponde al clásico soplao de los terrenos calizos: un pozo más o menos vertical que se abre en la roca y se hunde en las entrañas del monte.

A lo largo de estos años los arqueólogos han ido desvelando el entramado subterráneo de la mina prehistórica. Y a medida que han ido contando con mayores apoyos, han podido profundizar en su conocimiento. El complejo minero prehistórico tiene varios centenares de metros. Topógrafos de Sadim, la empresa filial de Hunosa, iniciaron el año pasado un estudio sistemático. Y este año el equipo investigador ha logrado subir un escáner, con el que se está radiografiando en tres dimensiones el interior de las galerías.

El cobre fue el primer metal que aprendió a utilizar el ser humano, 5.000 años antes de Cristo, y su uso, siempre restringido, como signo de prestigio, se generalizó, más o menos, hacia la época en que se cree que empezó la explotación de la mina del Aramo. También de la del Milagro (Cangas de Onís), la otra mina cuprífera asturiana. Los que la beneficiaron fueron un pueblo de pastores, que ya había aprendido a domesticar las cabras, de cuyos cuernos se servían como herramientas. También de las astas de ciervo, procedentes del desmogue (cambio de cuerna) de estos herbívoros, de las que sorprende comprobar su enorme dureza y su versatilidad como herramienta, pues, según se empuñen, pueden servir de pico o de martillo.

Herramientas de ese tipo o mazas de cuarcita (regodones que seleccionarían junto al río) aparecen constantemente en la excavación del Aramo. Pero nada tan singular como la presencia de restos humanos. El hallazgo, este miércoles, de un esqueleto completo enlaza con los que realizaron Van Stralen, Dory y Villiers a partir de 1888. No están documentados con precisión, pero pudieron ser entre 19 y 26 según testimonios.

Para Miguel Ángel de Blas, director del proyecto arqueológico, lo que confiere una singularidad a la mina del Aramo entre las minas europeas de esa época (de Gales, o los Alpes, por ejemplo) es ese número de muertos encontrados y las circunstancias que los rodean, pues por su situación o la ausencia de lesiones, no parece que se trate de víctimas de accidentes. Tampoco, de estrictos enterramientos.

Según De Blas, pudiera tratarse de ofrendas compensatorias a las fuerzas del mundo subterráneo a cambio de las riquezas que se habían dejado arrancar. Para devolver algo a la tierra, nada más precioso que el propio cuerpo del minero. Es una teoría tan hermosa que merecería ser verdadera. Algún día llegaremos a saberlo con mayor certidumbre. O tal vez, no. Pero en un caso u otro, ese mundo remoto siempre será capaz de fascinarnos. Quizá porque sentimos que, con su lenguaje elemental y poderoso, nos dice mucho de nosotros mismos


Las minas del Aramo sacan a la luz restos humanos de 4.000 años
La excavación desvela huesos largos, mandíbulas y un esqueleto completo.
G. FERNANDEZ (14/07/2006) La Voz de Asturias

Las minas de cobre del Aramo, explotadas hace miles de años, son objeto de una investigación financiada por la Consejería de Cultura con un apoyo de Cajastur y en la campaña arqueológica que se ha iniciado recientemente han aparecido restos humanos: huesos largos, parte de una mandíbula y hasta un esqueleto completo. A todos se les calculan unos 4.000 años.

La campaña fue realizada por un equipo dirigido por el profesor de la Universidad de Oviedo Miguel Angel de Blas y el ingeniero de Minas Manuel Suárez Fernández . Es la primera vez que se realiza un análisis, paso a paso, de todo el complejo minero del Aramo y ello ha dado como resultado el reconocimiento de espacios mineros nuevos para la investigación y pequeñas minas milenarias que permanecen intactas.

Actualmente los expertos están trabajando simultáneamente en dos zonas distintas; una de ellas es un área inalterada desde su primitiva excavación, hace unos 4.000 años, y la otra se encuentra en lo que se denomina filón San Alejandro , que está muy alterado por la minería que se desarrolló en el siglo XX. Ahí, es donde aparecieron los restos humanos. El esqueleto completo se hallaba desplazado del lugar que ocupó inicialmente, al haber sido arrastrado por los montones de escombro que produjo la minería contemporánea. Esto dificultará el posterior estudio antropológico.

Los investigadores han metido este esqueleto, que se encuentra cubierto de barro, en bolsas de plástico y planean enviar los restos a expertos en Antropología Física.

El cuerpo completo, dice De Blas, pertenece posiblemente --aunque solo se hizo un examen muy superficial-- a un adulto joven, mientras que en la misma zona se hallaron otros restos posiblemente de varios individuos. Ya en la anterior campaña, en las viejas minas del Aramo se habían encontrado numerosos restos de útiles de minería, también de esa edad, unos 4.000 años.

Hay instrumentos de piedra, de asta de ciervo y de cabra, "una colección excepcional", según De Blas.

Los primeros restos humanos encontrados en las minas del Aramo aparecieron en el siglo XIX y se encuentran dispersos por varios lugares. La primera pieza que localizó De Blas, que es el máximo experto en este yacimiento, la encontró en 1985.

La investigación cuenta también con una subvención de Cajastur y la colaboración de Hunosa, que aportó dos expertos en minería y apoyo logístico. El gran problema de este estudio arqueológico es la dificultad de acceso a estas milenarias explotaciones mineras de cobre. Se encuentran a 1.200 metros de altitud y a 600 metros de la boca de las minas ya no se puede acceder más que a pie. El permanente frío y humedad hacen muy penoso el trabajo.

Uno de los resultados más llamativos de esta investigación se produjo la pasada campaña. Como adelantó LA VOZ DE ASTURIAS, aparecieron bóvedas abiertas por los mineros para buscar los filones de cobre hechas hace unos 4.000 años.


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Cobre

Edad del Cobre


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