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Menos emisiones con más investigación. Es lo que está haciendo un equipo asturiano del Instituto Nacional del Carbón (INCAR), del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que está desarrollando una tecnología de captura de CO2 que permite reducir a la mitad el coste de otros métodos desarrollados en el mundo. Al menos es lo que el equipo ha comprobado en sus ensayos de laboratorio, que ahora deberá repetir en una planta piloto de pequeña escala para demostrar que su teoría es cierta. Este proceso de captura, que se realiza con óxido de calcio, supone 15 euros por tonelada de CO2 evitada, frente a los 30 y 50 euros que se manejan en otras tecnologías. Ahora sólo falta convencer a la Unión Europea de que es un método competitivo.
LNE. Oviedo, Beatriz G. FANJUL
Asturias se ha subido al tren de la investigación para reducir las emisiones a la atmósfera. Tras cinco años de muchas pruebas en laboratorio, el Instituto Nacional del Carbón (INCAR), perteneciente al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), acaba de dar un paso de gigante para ser un referente en la captura de CO2. Un equipo de seis personas del INCAR ultima la puesta en marcha de una planta a pequeña escala para capturar CO2 en el proceso de producción de cualquier central térmica. Hasta aquí todo parece normal porque son muchas las tecnologías que se están experimentando en Europa. El caso asturiano da un paso más. La tecnología que investiga el INCAR permite reducir a la mitad los costes de captura de CO2 de otras tecnologías conocidas, que hasta ahora ha sido una de las cuentas pendientes de la I+D en captura de CO2.
¿Ventajas? Muchas. Si el equipo asturiano es capaz de demostrar en la planta piloto que sus investigaciones en laboratorio son correctas, la tecnología tiene muchas opciones de estar a la cabeza de la investigación en Europa. Supondría además una garantía de futuro para el carbón, cuya continuidad en el mix energético está condicionada a que se encuentre una tecnología limpia de combustión de carbón. La meta no está tan lejos. El equipo asturiano ya tiene casi a punto la planta piloto para empezar de inmediato a realizar las pruebas. Los primeros resultados podrían lograrse este mismo año. El experimento tiene una segunda fase para repetir estas mismas pruebas en una planta de mayor escala, cuyos resultados se aproximarían mucho más a lo que puede ocurrir en cualquier central térmica.
El proceso es complejo. La separación de CO2 se realiza con óxido de calcio. Se desarrolla a muy altas temperaturas, pero todo el calor que se ha gastado en calcinar se recupera. La clave son los costes. Las pruebas de laboratorio han confirmado que el coste por tonelada de CO2 capturada será de unos 15 euros con este proceso de carbonatación, una cifra mucho más rentable que las que se manejan en otras tecnologías de captura, que oscilan entre los 30 y los 50 euros por cada tonelada de CO2 que evita emitirse a la atmósfera. Pese a estas buenas perspectivas, los expertos del INCAR aseguran que se necesita la colaboración de las administraciones para incentivar a las empresas a utilizar esta tecnología. ¿Cómo? Carlos Abanades, investigador y uno de los directores del proyecto del INCAR, lo tiene claro. La solución es discriminar positivamente a las empresas que acepten capturar el dióxido de carbono con proyectos de cofinanciación o aplicar tajantemente el pago de los bonos por emisiones, de tal modo que resulte más caro pagar este impuesto que aplicar técnicas de captura.
El proyecto del INCAR tiene también otras ventajas. No será necesario desmantelar una central para instalar este proceso tecnológico. La planta de captura puede añadirse a cualquier complejo sin necesidad de hacer grandes reformas. «Tenemos mucha confianza en que esta investigación suponga una posibilidad real para el carbón», explicó Abanades. «De momento ninguna empresa o proyecto de investigación está utilizando esta tecnología», añadió.
El INCAR no está solo. Su planta piloto se está utilizando en dos importantes proyectos, «Cenit» y otro europeo, en el que están presentes firmas de la talla de Endesa, Alstom Power, Cemex y Unión Fenosa. La inversión es millonaria. A ella habrá que unir el trabajo de otros equipos de investigación que estudian también desde hace tiempo cómo y dónde almacenar el CO2 una vez que ha sido capturado. El reto es ahora convencer a la Unión Europea de que el proyecto del INCAR merece la pena. Es la oportunidad de España y Asturias para lograr una de las 12 plantas de experimentación a gran escala que la UE está planificando.
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