miércoles, junio 03, 2020

Asturias: Medio siglo de naufragios: crónica negra del litoral central

1. Línea de costa desde Nalón a Gijon (© IGN)

Texto : Rafa Balbuena

El hundimiento del pesquero Santa Ana en aguas del Cabo Peñas en marzo de 2014, que se cobró la vida de siete integrantes de su tripulación (más otro marinero cuyo cuerpo nunca llegó a aparecer) es una de las últimas tragedias marítimas ocurridas durante el último medio siglo en la costa central de Asturias. El infortunio volvío  a recordar que el tramo comprendido entre San Esteban de Pravia y Candás (unas 18 millas marinas, alrededor de 33 kilómetros), sin afán de alarmismos, es algo así como la particular Costa da Morte del litoral asturiano.

La que sigue es una crónica, sin pretensiones de exhaustividad, de los principales naufragios ocurridos en la zona desde la tristemente célebre galerna del verano de 1961. Y es que si antes se decía en la mina que “la tierra es mala madre para el picador”, lo cierto es que la mar lo sigue siendo para los pescadores y mercantes que en ella se ganan la vida, a menudo con demasiados riesgos de perderla. Y todo en un escenario, la costa central asturiana, tan hostil como esencial para entender el devenir económico de la región en los últimos decenios.


LOS 60: ECOS DE UNA TRAGEDIA

El mes de julio de 1961 es una fecha marcada por el negro en las aguas y el  cielo del Cantábrico, y como tal permanece anotada en el calendario y en la memoria de los puertos de San Juan de La Arena y San Esteban de Pravia. No es para menos: la cifra de 95 marineros muertos o desaparecidos durante la embravecida galerna que azotó la costa entre los días 11 y 15 de aquel mes, habla con sobrada elocuencia de las dimensiones de la tragedia.

Cuatro días de tempestad en los que una cincuentena de bous, lanchas, merluceras y demás naves de bajura quedaron, literalmente, a merced de la que hasta ahora ha sido la más devastadora tormenta marina del último siglo en aguas asturianas, con un total de 14 embarcaciones hundidas. Las cofradías de Avilés, Cudillero o Luarca también guardaron luto por sus pescadores muertos en una tragedia cuyas proporciones, por fortuna, no se han vuelto a repetir. 

En general, a lo largo de los 60 fueron frecuentes los naufragios protagonizados por pesqueros de pequeño y medio calado. Un vistazo a las hemerotecas deja constancia del riesgo que entraña navegar cerca del Cabo Peñas, especialmente entre Punta Forcada, a la entrada de la ría de Avilés, y la ensenada de Moniello, ya en las proximidades de Luanco. Los hundimientos del Lucita y del San Julián de Pereiriña, en el bienio 1965-66 son acaso los más señalados. 

El del primero, un pequeño carguero ferrolano, se saldó sin víctimas mortales tras abrirse una aparatosa vía de agua en su casco el 11 de septiembre del 65. No corrieron la misma suerte los cuatro tripulantes del segundo, muertos en noviembre del año siguiente por congelación tras irse a pique  frente a la isla de la Erbosa. Sus cuerpos nunca pudieron ser recuperados, tanto por las penosas condiciones meteorológicas como por la carencia en aquellas fechas de medios eficaces para su rescate.  

Los restos del buque lucense se hallan sumergidos frente al islote del Sabín, a pocos metros
de tierra, siendo hoy un frecuentado punto de interés entre los aficionados al submarinismo deportivo.


LOS 70: BUQUES (Y CRISIS) DE GRAN CALADO

Si los naufragios de los años 60 fueron protagonizados en su mayoría por pequeños buques pesqueros, la década siguiente está marcada por el declive de la marina mercante. Al auge vivido desde comienzos de los 50 en la industria de astilleros siguieron años de facturaciones espléndidas para las compañías navieras de todo el Cantábrico, según atestiguan el tráfico y la alta ocupación registrada en los puertos de San Esteban y Avilés. Sin embargo, la crisis económica de 1973 marca la cuesta abajo definitiva de un sector cuyos primeros damnificados serán los propios buques. 

Las malas condiciones de conservación de cascos y maquinaria empiezan a ser moneda corriente,  parte de que las compañías reponen sus flotas reciclando viejas naves armadas enpaíses como Estados Unidos, Singapur o Panamá. A ello se añade la adopción de nuevas legislaciones cuya laxitud permitirá despropósitos como que un buque pueda salir hasta tres veces del desguace navegando en condiciones legales similares a cualquier carguero en buen estado, lo que devendrá en una época de desastres donde las ‘mareas negras’ comenzarán a ser una realidad tristemente frecuente.

A este respecto, y con los ecos del Prestige todavía en la memoria de todos, la espita la abre el naufragio del petrolero griego Andros Patria en aguas de La Coruña, en 1978. En el siniestro fallecieron 34 de sus 37 tripulantes, y tuvo como consecuencia un vertido de casi 50.000 toneladas de crudo sobre el Cantábrico, que alcanzó la costa occidental asturiana y preludió uno de los más oscuros episodios locales de este tipo, tanto en lo ecológico como en cuanto a responsabilidades legales: el hundimiento del Castillo de Salas frente al puerto de Gijón, ya en 1986.

Volviendo al tiempo que nos ocupa, el primer caso de relieve en la década del 70 tiene por protagonista al Toralín, un carguero de 1.400 toneladas que encalló violentamente en el dique de San Juan de Nieva en diciembre de 1972. Sus seis tripulantes pudieron ser rescatados con vida, aunque el pecio del buque permaneció casi dos años varado ante el arenal de El Espartal, formando parte del paisaje de la zona hasta ser desguazado, por fases, en el mismo lugar donde embarrancó. 

2. Toralin


Peor suerte corrieron los siete tripulantes del Costa de África, un merlucero de 620 toneladas radicado en Puerto de Vega, que naufragó en las estribaciones de La Erbosa el 22 de enero de 1976. Todos perecieron en un siniestro lleno de interrogantes: procedente de Santander, el buque realizó su última comunicación, sin señalar novedad, al caer la tarde de aquel sábado invernal, sólo dos horas antes de su llegada, prevista para las 9 de esa misma noche en el puerto de Avilés. 

El piloto y el contramaestre conocían perfectamente la zona, ya que la nave realizaba casi exclusivamente una ruta que no rebasaba Puerto de Vega por occidente ni San Vicente de la Barquera por oriente. Nunca arribó a su destino, ni se recibió ninguna alerta ni S.O.S. del buque. Los primeros restos del casco del Costa de África se localizaron entre manchas de aceite en la zona de Llumeres, junto a la Erbosa, a partir del mediodía siguiente. Solo pudieron ser recuperados los cuerpos del mecánico y el maquinista, que la mar arrastró hasta la playa de Bañugues, y el de un marinero que fue hallado de igual modo en el arenal de Llumeres.

El recuerdo de este suceso, aún hoy, tiene especial eco de amargura tanto en Puerto de Vega como en Ortigueira (Coaña), localidades de origen de los siete infortunados. Nueve meses antes tuvo lugar otro aparatoso accidente, sin víctimas, entre Avilés y Peñas. Un petrolero de bandera liberiana, el Neso, quedó a la deriva frente a la playa de Xagó mientras era remolcado desde Inglaterra a San Esteban de Pravia, en vistas a ser desguazado. Esto explica que viajase con los depósitos vacíos, lo que no obsta para imaginar una catástrofe ecológica de haber sido otras las circunstancias. El buque encalló finalmente el 15 de marzo en la propia playa gozoniega, sin mayor incidencia, siendo desarmado in situ a lo largo de la primavera del 76.


LOS 80: LLEGAN LAS MAREAS NEGRAS

Pese al aumento de medidas de seguridad en forma de sistemas de alarma mejorados, radares de barrido digital o la potenciación de los efectivos de salvamento (que en Asturias encarnan la presencia fija de la patrullera Mouro y una dotación permanente del Servicio Aéreo de Rescate), la década de 1980 acentúa la decadencia de los dos decenios precedentes: pesqueros y mercantes envejecidos, tendencia al mantenimiento precario y recesión económica generalizada en navieras y armadores. Un panorama al que se suma la brutal reconversión del sector de construcción naval, deviniendo en su casi total desmantelamiento, y la contratación habitual de cargueros con bandera de conveniencia. Una usanza discutible que a menudo implica ahorros sustanciosos para las consignatarias, pero también la sujeción a legislaciones y protocolos de navegación ajenos a la normativa europea, que incluye en el debe medidas de seguridad precarias para tripulantes y carga.

Un ejemplo perentorio, con dejadez propia e institucional, es el del carguero ghanés Sakumo Lagoon, que embarrancó el 5 de junio de 1984 en el cantil de La Atalaya, frente a Xagó (Gozón). Tras  permanecer varios días a la deriva frente a la bocana del puerto avilesino, encalló sin remedio en el lecho bajo y rocoso que bordea la Península de Nieva por su margen derecha. 


3. Sakumo_Lagoon


El accidente se saldó sin víctimas mortales pero la retirada del pecio fue enormemente complicada, ya que las dificultades para acceder al lugar del siniestro por tierra -un acantilado escarpado- y por mar -los arrecifes- dificultaban en extremo la operación. Finalmente, se decidió actuar desde tierra, montando unas estructuras de hormigón sobre el acantilado en las que calzar las grúas que retiraron la mayor parte de la estructura varada. Allí quedaron los últimos restos del motor, que todavía son visibles cuando la marea está baja. Aun así, pasados treinta años de este episodio y tras innumerables avisos de su desmantelamiento definitivo, en ese punto permanece hincada esa fantasmagórica estructura, como testigo mudo de lo que hace la mar cuando se embravece... y de la lentitud exasperante de algunas administraciones a la hora de acometer según qué clase de esfuerzos.



Pero si hay un momento en esta historia donde se concentra la mayor cifra de catástrofes, es sin duda el mes de enero de 1986. En la madrugada del día de Año Nuevo el Green Flash, un yate con  tripulación francesa e inglesa, se hundió a nueve millas del puerto de Avilés, pereciendo sus cuatro integrantes.El día 23, el Stanley Bay corría igual suerte en la misma zona, muriendo ahogados tresnavegantes de este bulkarrier matriculado en Hong Kong. Además, en la madrugada del día 15 el carguero bilbaíno Luchana se partía en dos a escasas millas del puerto de San Esteban de Pravia, sólo cuatro días después de que el antes citado Castillo de Salas encallase frente a la playa de San Lorenzo, ocasionando un grave vertido de carbón que tiñó de negro la costa gijonesa durante meses. La playa de Xivares (Carreño) fue una de las más afectadas por aquella marea negra de aquel fatídico comienzo de año.

6 - Castillo de Salas

El caso del Luchana es especialmente llamativo. Aquella noche el buque había llegado a embocar la ría avilesina, pero el mal tiempo motivó que desde la autoridad portuaria se ordenase su regreso a mar abierto. El buque arrastraba varias averías previas y estaba en espera de tramitar su desguace, pero las estrecheces económicas de su consignataria estiraron su vida útil más allá de lo que la armazón del navío pudo resistir. Esa fatídica noche se fue a pique, llevándose al fondo del mar la vida de 4 de sus 29 tripulantes y la liquidez de Naviera Bilbaína, que quebró al poco dejando una serie de deudas que llegaron a sugerir si aquello había sido un accidente, o si en realidad el naufragio tapaba una maniobra oscura para liquidar la empresa con menos gastos que presentando la simple suspensión de pagos. 

Concretamente, se habló de un sabotaje para hundir el barco a la primera oportunidad y cobrar así un sustancioso seguro. Un plan cercano a la teoría conspiratoria que desde el principio sembró dudas razonables, puesto que lo cierto es que las aguas engulleron al Luchana en apenas ocho minutos, tras una violenta sacudida al impactar contra un arrecife.


7-Luchana


Afortunadamente, una expedición capitaneada por el submarinista Joseba Alberdi pudo acceder en septiembre de 2012 al pecio del buque y esclarecer gran parte del caso. El buzo vizcaíno, uno de los mejores conocedores de lo que esconden las aguas del Cantábrico, atestiguó que el Luchana está partido en forma de ‘L’ sobre el lecho marino, confirmando que en esos ocho minutos el buque se quebró antes de alcanzar el fondo del mar. La enorme fractura en un lateral confirmaría el choque con un arrecife. En todo caso, una placa en honor de los fallecidos reposa sobre el viejo bulkarrier desde el día en que el equipo de buzos vascos y asturianos arribó al pecio, en una trabajosa inmersión a 95 metros de profundidad que nunca antes había sido culminada con éxito.


ULTIMOS CASOS DE UNA CRÓNICA TRISTE

Los años 90 y 2000, en fin, suponen una considerable caída en la cifra de desgracias. El suceso más grave de estos años, hasta el hundimiento del Santa Ana, se localiza en 1995 con la muerte de los cuatro tripulantes del pesquero Marqués de Jove, que naufragó entre San Juan de La Arena y
Cudillero. Y el último episodio trágico hasta estas fechas tuvo lugar en abril de 2013, cuando un golpe de mar destrozó la lancha de pesca Hermanos Pola frente al arenal de Xagó. Sus dos tripulantes pudieron ser rescatados con vida, aunque uno de ellos falleció semanas después en el hospital de resultas del accidente.





Y aunque no se trate estrictamente de naufragios, cabe reseñar asimismo los aparatosos encallamientos de los navíos Grenland (2006) y Beaumont (2013) en las márgenes izquierda y derecha, respectivamente, de la ría de Avilés. Convertidos en una auténtica atracción para curiosos con cámara de fotos o móvil de alta resolución, la realidad de estos accidentes esconde hechos que

parecen rescatados de otros tiempos, al llevar a bordo polizones escondidos e incluso supuestos oficiales de marinería sin contrato, identidad ni nacionalidad conocida. Por no hablar de otra clase de delitos que, con total impunidad, suelen quedar soslayados por sistema ante la opinión pública, al navegar estos buques al amparo de la cuestionable figura, antes referida, de las banderas de
conveniencia. 

[Este reportaje es una actualización sobre el texto original, publicado el 6 de abril de 2014 en el desaparecido diario digital Asturias24] 

Nota de Monsacro.net: Las anclas de algunos de estos navios pueden verse en el Museo de Anclas de Salinas  

Creditos:

1. Mapa de la costa central asturiana (©IGN)
2. El Toralín a finales de los años 60 (Foto: Archivo Maxi Costales)
3. El Sakumo Lagoon, hacia 1964 (Foto: ©Raymond Perry)
4. Restos actuales del motor del Sakumo Lagoon (Foto: ©Rafa Balbuena)
5. Caseta del Puente del Hermanos Pola, varada en Xagó (©Usuario Dentex @Flickr)
6. Remolcado del Castillo de Salas (©Usuario Mieres @Skyscrapercity)
7. El Luchana en los años 70 (Archivo Ignacio Saa)
8. Hélice del Luchana en lugar donde hoy se halla hundido (© Daniel Arceniega Alegría)
9. El Grenland encallado en 2006 en el espigón de San Juan de Nieva (©Jose Carlos
Valdés)



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